El pueblo valenciano en armas.
La guerra civil constituye el acontecimiento más dramático de la historia reciente del país. Comenzó el 17 de Julio de 1936 como un golpe de Estado en las posesiones de África y se extendió más tarde por toda la Península. Se preveía un golpe de Estado rápido, a la manera del siglo XIX, pero como ni todo el ejército ni las fuerzas de policía ni la Guardia civil secundaron el golpe y sobre todo porque tropezó con la resistencia armada de una clase obrera muy movilizada, se convirtió en una contienda fratricida, que en el caso de Valencia persistiría hasta el 1 de abril de 1939.
España quedó dividida desde el primer momento en dos zonas de desigual extensión e importancia demográfica y económica, en las que se producían procesos sociales de signo contrario. En la zona leal, republicana, se llevaba a cabo una revolución social sin la construcción de un poder político capaz de consolidarla; en la zona rebelde, que a partir de su afianzamiento será llamada nacional, se producía el efecto inverso, una contrarrevolución, una restauración social con la implantación de un fuerte poder político-militar.
Valencia se decantó por la República y se convirtió en un espacio de retaguardia sujeto a todo tipo de transformaciones, las derivadas de la guerra, del peculiar proceso revolucionario o de la temporal capitalidad republicana.
El pueblo fiel al Gobierno legalmente constituido salió a la calle e hizo fracasar el golpe de Estado; los comités de obreros crearon un poder popular alternativo y pasaron a dirigir la retaguardia para llevar a cabo la revolución. Se alistaron milicianos en la Columnas de Hierro, Eixea-Uribes y Torres Benedito y se trasladaron a los sucesivos frentes de Teruel, Ibiza, Madrid o Andalucía; el orden público era controlado por la Guardia Popular Antifascista, se creaba la nueva justicia popular, se incautaban tierras y empresas, se ordenaban las colectividades (CLUEA ,Consejo de Economía), se procedía a una política de abastecimiento y redistribución a la población civil y se promovía una nueva cultura.
El punto de inflexión se produjo en noviembre de 1936; Largo Caballero incluía en su gobierno a cuatro ministros cenetistas y empezó a existir la consigna de que había que ganar la guerra como fuera, dejando la revolución para más adelante. Ese mismo mes el Gobierno se trasladaba a la ciudad, huyendo del avance franquista y Valencia se convertía en capital provisional de la República, hasta que en octubre de 1937 se trasladara a Barcelona.
Como en muchos lugares Valencia fue escenario de represalias, “paseos”, quemas de conventos e iglesias, ocupación de casas y tierras, ahora se imponía una retaguardia más tranquila y controlada por las autoridades republicanas. Pero pronto conoció los bombardeos y el hambre. El 28 de marzo de 1939 llegaba a la ciudad el Coronel Casado para fijar los términos de la rendición y el 1 de abril de 1939 la población escuchaba por la radio el célebre parte de guerra “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos. La guerra ha terminado”.